La primera vez que se encontró en Zaragoza fue en el año 2007 en el meandro de Ranillas y ahora la mosca negra ha proliferado tanto por la capital aragonesa como por otros municipios zaragozanos. La ribera del Ebro se ha convertido en uno de los lugares favoritos para este pequeño insecto, de unos 6 milímetros de longitud, cuya mordedura puede tener graves consecuencias para aquellos a los que ataque.
Y es que, a diferencia de otros insectos como el mosquito tigre (también un habitual en Zaragoza), la mosca negra muerde y al hacerlo quita un poco de piel del individuo e inyecta un anestésico y algo de anticoagulante para asegurarse de que el afectado no siente que le está atacando. La saliva de este insecto es lo más peligroso de él, sobre todo para los alérgicos, ya que suele provocar algunos cuadros de alergia y dolores fuertes en la zona afectada. El resultado de la mordedura es una hinchazon y una roncha que puede tardar varios días en irse.
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